INDICATORS ON VIERA VIDENTE YOU SHOULD KNOW

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sixty three).11 Sin artificio esta primera parte concluía originaria-mente con el capítulo : “La unidad cósmica y el sueño en la poética de Nerval”, porque en Gerardo de Nerval la co-rriente de Maestros Iluminados y en especial el Filósofo Desconocido, Louis-Claude de Saint Martin, han incitado una fina sensibilidad que vincula los ritmos y analogías del cosmos percibido en estado de vigilia como la cara convexa del interior onírico y se entrega y sumerge en los estados de sueño dejándose conformar por sus profundidades. Son los estados de sueño los que se interpretan por sí mismos no sus exégesis significativas en situación de vigilia. Desde luego que esto no es posible sino con la expresión connatural que se revela en la poesía y por la poesía, así no sólo es posible deslizarse hacia lo humana y cósmicamente impensable, sino asimismo experimentar directa y espontáneamente lo abismalmente secreto que no se conquista, sino que se otorga, cuando incluso se deponen todos los recursos de las ciencias ocultas que tanto costo personalized exigieron para ser obtenidos.

       El ocultismo –escribe Amadou en su notable ensayo sobre el tema– es el conjunto de las doctrinas y de las acciones fundadas en la teoría según la cual, todo objeto pertenece a un conjunto único y posee con todos y cada uno de los elementos de dicho conjunto relaciones necesarias, intencionales, no temporales y no espaciales.16

La palabra poética es un agente de reintegración a la Totalidad de la que el hombre se ha desgajado, pues conserva, en ese sentido, la virtualidad creadora de la palabra divina. De ahí que el artista, el poeta, “comprenda a la naturaleza mejor que el sabio” y sea el único que “puede penetrar el sentido de la vida”.

La Gran Obra es la conquista del punto central donde reside la fuerza equilibrada. Los hombres que llegan a ese punto central son los verdaderos adeptos, son los amigos y los confidentes de los príncipes del cielo; la naturaleza les obedece porque quieren lo que quiere la ley que hace marchar a la naturaleza.

Teme en los muros ciegos el ojo que te espía: A la misma materia se halla ligado el verbo… ¡No permitas que sirva para algún uso impío!

Penetrar ese mundo, deliberadamente alterado por un specific dandismo, ha sido una empresa apasionante. Múltiples exegetas han visto un Baudelaire satánico o católico místico o influenciado por el esoterismo.4 Sartre ha trazado un deformado retrato del poeta, analizando con implacable crueldad sus debilidades y condicionamientos. Nosotros seguiremos las huellas de la inasible Sehnsucht romántica que se vislumbra en su vida y en su obra y por un momento asomaremos a ese abismo de múltiples tensiones que anhelan secretamente la unidad.

Estos fragmentos de Novalis iluminan el anhelo rimbaudiano de despertar de los sentidos, de lograr la hiperlucidez en un minuto de vigilia, para poder dar cima a la prometeica aventura del “ladrón de fuego”.

Estos conceptos que recuerdan el regressus advert originem, provocado por magos y shamanes, se hallan condicionados para cualquier verificación objetiva, por la obtención de un nivel diferente de conciencia. Ouspensky propone al hombre la aventura no euclidiana de bosquejar una nueva gnoseología, frecuentando mentalmente el espacio multidimensional con el arma de una “lógica distinta”, el Tertium Organum. Para ello sería preciso desechar las leyes de identidad y contradicción, superar la dualidad del pensamiento ordinario, lograr la ampliación de la conciencia y remontar a tientas a partir del vacío y la oscuridad del éxtasis, la vía superhumana que conduce al mundo UNO de las causas.

En el Himno cuarto, Novalis retoma en un plano cósmico el tema de la experiencia trascendente. La luz aparece prisionera en la Noche que la contiene; por eso, quien contemple el “país nuevo”, “la morada de la Noche”, no volverá a descender hacia el tumulto del mundo, hacia el lugar donde se mueve la luz en permanente inquietud.

Rimbaud ha practicado desde el comienzo esa ascesis del “estado alerta”, que habrá de permeabilizar su psique y tornarla receptiva para recibir lo desconocido. En la primera etapa de su lucha por romper el espeso velo que enmascara a la realidad, el poeta combate contra los hábitos y las reacciones automáticas que la herencia, la educación y la sociedad han depositado sobre la superficie de su “yo”.

Para el hombre arcaico, ese hombre que describen los mitologemas y que se mueve fuera de las culturas historiográficas en una supuesta dimensión intemporal, la realidad se inscribe en un solo orden. No existen para él dos imágenes del mundo, sino una. La conciencia mítica que permite al hombre original soldarse con los ritmos de la naturaleza, genera una imagen ensanchada de lo real.

La poesía, que nada ve aisladamente, obtiene el milagro de comprender y representar (aunque con instrumentos imperfectos) el significado y la función de las cosas ocultas. El poeta debe ser necesariamente vidente y mago; debe ver lo que los demás no ven y debe poseer el poder de hacer que los otros vean lo que check it out por sí mismos no pueden percibir. “El rostro de Baudelaire –escribe Raymond– 7 parece iluminarse con un rayo de la hoguera del más remoto misticismo. Diríase que para él se trata de renovar la antigua alianza”. Sin embargo, el Baudelaire esteticista mantiene un difícil equilibrio entre la inspiración pura y la elaboración voluntaria. Lo mismo hará Rimbaud, aunque fuertemente acuciado por las formas nuevas.

La marcha hacia la libertad comienza renunciando al apego por este pequeño universo sensorial. La mente del no-yo, nuestra propia Maya, nos identifica con un mundo de efectos cuyas causas están en otro nivel de lo true y nos mantiene encadenados a la ilusión.

En otras de las cartas, Rilke insiste en el tema de la soledad. “Usted dice que los que están cerca están lejos y ahora comienza a hacerse la amplitud en torno suyo. Alégrese de su crecer en el cual no puede cierta­mente llevar a nadie consigo y sea bueno con los que quedan atrás”. Esa alusión a la soledad, enfatizada y ­exaltada en la sexta de las cartas a Kappus, “ir-hacia-sí, y durante horas no encontrar a nadie”; “estar en soledad como lo estaba uno de niño”, revela su frecuentación­ de esa zona misteriosa y aislada donde se aclara el sentido de la vida y de la muerte.

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